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Dolor y recomposición

Dolor y recomposición Tengo la certeza de que el dolor es uno de los sentimientos que acompaña con más intensidad a los venezolanos en estos complejos días de nuestra historia. En mi caso, con una vida dedicada a la labor docente y como madre de dos veintiañeras, la muerte de tantos jóvenes en los últimos 80 días es algo muy difícil de procesar. No puedo evitar ver en cada uno de ellos a mis propias hijas o a alguno de mis alumnos.


Una de las cosas que más llama la atención a quienes observan el fenómeno de las recientes protestas en Venezuela es el fervor de los jóvenes que participan en esas acciones. Eso no debería ser una novedad, tomando en cuenta la emocionalidad que caracteriza a los adolescentes y jóvenes; sin embargo, en este contexto adquiere un significado especial. Buena parte de estos muchachos está defendiendo un sistema que nunca conocieron, puesto que eran unos niños muy pequeños o ni siquiera habían nacido cuando se inició el período revolucionario encabezado por el difunto presidente Hugo Chávez. 

Como madre y docente, a pesar del dolor que siento, me reconforta pensar que el hecho de ver a esta generación participar activamente en la política y defender la democracia está relacionado con la formación que les brindaron sus familiares y la educación que recibieron en la escuela y las universidades. 

Lo que estamos viendo en las calles de Caracas y muchos otros lugares del país, lejos de desalentarnos, tiene que infundirnos ánimo para seguir adelante. Significa que entendemos que el país y sus instituciones nos pertenecen a los ciudadanos y solamente mediante el voto universal, directo y secreto estamos dispuestos a elegir a nuestros representantes en las posiciones de gobierno. 

Si queremos seguir viviendo en un país libre y democrático, tenemos un compromiso ineludible no solo con la lucha de hoy, sino también con la familia y la educación de esta generación de jóvenes y las que vendrán. Entre otras tareas muy importantes, tenemos que garantizar que las madres embarazadas estén bien alimentadas para que puedan amamantar a sus hijos, erradicar el embarazo precoz y lograr que todos los hogares satisfagan sus necesidades básicas. Debemos rescatar a los miles de niños que han abandonado las escuelas en todo el territorio nacional y garantizar la calidad del proceso de aprendizaje. También tenemos que reestructurar el sistema de universidades públicas para hacerlo más eficiente y sostenible. 

Quienes hoy luchan por el país tuvieron la oportunidad de conocer, aunque fuera de oídas, el concepto de democracia y los valores de la libertad y el progreso. Si permitimos que la sociedad sucumba a la mediocridad y la mera supervivencia, no habrá nuevas generaciones dispuestas a dar la pelea. El dolor que sentimos hoy no debe paralizarnos, sino ser el móvil para levantarnos y recomponernos.

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