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Cuando el enemigo es uno mismo

Cuando el enemigo es uno mismo La tercera de las cuatro mesas temáticas acordadas en el proceso de diálogo se enfocará en lo económico y estará coordinada por Leonel Fernández, ex presidente de República Dominicana. 


Resulta interesante que sea así. A Fernández, presidente de su país por tres períodos, se le reconoce éxito en la gestión económica. Logró índices sostenidos de crecimiento, redujo sensiblemente la inflación, incentivó la inversión privada nacional y extranjera, enfatizó el desarrollo tecnológico, avanzó programas de privatización especialmente en el sector eléctrico, insertó a su país en los procesos de integración regional, apertura de mercados y globalización. Ahora le tocará palpar la situación venezolana. Tendrá, esperamos, la oportunidad de examinar esa realidad que se expresa en escasez y desabastecimiento, altísima inflación, destrucción de capacidad productiva, falta de inversiones, eliminación de la confianza. Su experiencia debe darle luces para distinguir ficción de realidad, declaraciones de guerra económica de definición y aplicación eficiente de políticas públicas.

La falacia de la guerra económica esgrimida por el gobierno como explicación a su fracaso se desmorona nada más con el análisis de su incapacidad para estimular la producción. La desviación ideológica de ver con profundo recelo la actividad del sector privado ha inspirado un modelo centralista, estatista e interventor cuya aplicación ha afectado de manera dramática la capacidad productiva del país. Nada más dos ejemplos: las acciones contra Agroflora y contra Agroisleña.

Agroflora, empresa ganadera con un siglo de existencia y con presencia en Apure, Guárico, Cojedes, Portuguesa y Carabobo, garantizaba ella sola el suministro de al menos 5% de la carne vacuna que se consumía en el país. Expoliada en 2005, hoy es una muestra del fracaso del intervencionismo estatal. No solo se ha reducido la ganadería en el país, sino que las empresas creadas por el gobierno se han desgastado entre la ineficiencia y la corrupción. En la actualidad, los ganaderos venezolanos apenas producen 35% de la carne requerida por el consumo nacional cuando en la década de los noventa aportaban el 97%.

El otro caso es Agroisleña, eficiente empresa familiar dedicada al suministro de fertilizantes, semillas y agroquímicos y a la facilitación de créditos para el agro. Expoliada en 2010, hoy es otro símbolo del fracaso: abandono de las instalaciones, reducción de la producción agrícola nacional, falta de asistencia efectiva para los agricultores, limitaciones para el acceso tanto a insumos como a créditos, condiciones monopolísticas por parte de la empresa creada a raíz de la intervención estatal.

Cabría citar más casos. La regla general ha sido el fracaso de las empresas tomadas por el gobierno. La mala administración ha sido su peor enemigo, el enemigo interno del que no se habla o no se quiere que se hable. Se prefiere alimentar el fantasma de la guerra económica, falacia a la que, según las encuestas, presta ninguna credibilidad 76% de la población.

Al insistir en el enemigo externo, el gobierno se niega a ver el verdadero responsable de su fracaso: sus propias políticas, sus equivocadas políticas. El nuevo error es desviar la atención de las causas verdaderas para atribuir el fracaso a otros. Desde la más elemental aproximación gerencial lo que se pretende es un contrasentido: cambiar la dirección de las cosas tapándose los ojos ante las causas, desviar la atención de la propia actuación culpabilizando a terceros. Esta no es la forma de corregir los errores de dirección ni menos de revertir una situación. ¿Habrá, por cierto, una contraloría que pida cuenta de la ineficiencia, del desorden, de los errores de concepción y de ejecución?

Leonel Fernández, mediador en el diálogo y ahora principal promotor de la propuesta “República Dominicana 2044 (RD 2044)” una visión a 30 años, puede entender la dimensión de la crisis económica venezolana y convencer a sus responsables de la imposibilidad de superarla persistiendo en los errores que la produjeron. El enemigo está dentro. Se llama ceguera, incapacidad, dogmatismo ideológico.

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