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El valor de rectificar

El valor de rectificar Por Gustavo Roosen, publicado en el diario El Nacional, el 28 de abril de 2014.


Cuando Einstein definió locura como insistir en hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes estaba retratando de alguna manera no la persistencia sino la tozudez, no la confianza en lo que se hace sino la incapacidad para rectificar. Y es que rectificar no resulta siempre fácil. Se requiere valor para hacerlo. Hace falta, en primer lugar, percibir el error, reconocerlo, admitir que el camino escogido lleva al fracaso

Son muchos los éxitos nacidos de una rectificación a tiempo. Hace apenas unos años España se debatía en una situación económica difícil. Hoy sale lentamente de ella. No tanto ni tan rápido como esperarían los ciudadanos, pero los números hablan de crecimiento, mayor actividad económica, más inversión, más confianza de propios y extraños. La corrección de las desviaciones macroeconómicas heredadas del gobierno anterior se refleja en resultados. Ha atendido las recomendaciones de lo que se ha dado en llamar un capitalismo prudente y hoy puede presentar un cuadro de reducción del déficit, de aumento de las exportaciones, de mejores expectativas de creación de empleo. Ciertamente, no han desaparecido los problemas y los ajustes no se han dado sin coste, pero hay conciencia de que la rectificación era necesaria y que comienza a dejar frutos.

Francia vive otro caso de rectificación. Luego de admitir que el país atravesaba dificultades (pérdida de competitividad empresarial, aumento del paro, reducción de la participación del sector manufactura en el producto interno bruto) el gobierno anunció un conjunto de reformas, algunas de las cuales ofrecen ya resultados. Criticado por unos pero alentado por otros, muchos de ellos de las propias filas socialistas, Hollande ha optado por medidas económicas más enérgicas, por políticas más realistas y por la definición de metas más concretas. Se ha propuesto reducir el gasto público, aumentar la competitividad, revertir la tendencia al incremento del desempleo. Con sus decisiones se ha arriesgado al descontento del sector más tradicional de la izquierda francesa pero ha atendido el pragmatismo de un socialismo moderno que sabe que el compromiso social solo es viable con una economía sólida y productiva. Le Monde habla de un giro liberal; para otros se trata de una toma de conciencia de la realidad y de un gesto de valor del que no han sido capaces otros gobiernos, incluso de los definidos como de derecha. Los franceses mantienen un razonable nivel de preocupación sobre la efectividad de las reformas, pero las entienden mejor cuando se ven en el espejo de los países con un crecimiento más estable y esperanzador y aquellos con más dificultades e incertidumbre.

En la Venezuela de hoy no se observa una verdadera voluntad de rectificación. No hay anuncio de políticas públicas que reafirmen el respeto a la propiedad privada, alienten la productividad, generen confianza, afirmen el respeto a la institucionalidad democrática, la independencia de los poderes, el ejercicio no politizado de la justicia. Persisten, al contrario, la desconfianza, la voluntad estatizadora, el recurso a la amenaza y a más controles. Se insiste en ver una crisis inducida para negarse a reconocer una crisis estructural y de modelo.

Parecería que las invitaciones al diálogo económico han tenido como propósito hacerse escuchar más que escuchar, apuntalar las decisiones más que rectificar. Se anuncia una nueva ofensiva económica pero se insiste en llamar exitosa una política de evidentes resultados negativos. Se precisa que esta nueva ofensiva es diferente de la anterior “porque está concebida para impulsar los cambios estructurales que necesita el modelo económico rentista”, pero lo que se promete es apenas “destrabar mecanismos burocráticos”. La productividad, es bueno recordarlo, no se decreta. La producción no se genera de un día para otro ni responde a una orden.

Rectificar exige valor, pero también honestidad y credibilidad. Su aplicación se impone como un ejercicio de paciencia, de persistencia y de eficacia. No hay rectificación posible mientras se mantenga el apego a las causas del fracaso.

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